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martes, 22 de septiembre de 2015

El hombre es un lobo para el hombre. "High Rise".

Siendo ésta la adaptación cinematográfica de la novela homónima de J. G. Ballard por el cineasta de culto Ben Wheatley. Y Tom Hiddleston protagoniza la cinta más salvaje y ambiciosa del cineasta británico.
Ésta es la adaptación de la novela distópica del escritor J. G. Ballard. 
En un futuro indeterminado, el doctor Robert Laing (Hiddleston) se muda a su nuevo apartamento en un rascacielos de lujo buscando pasar desapercibido, pero los vecinos no dejan de importunarle a lo que, finalmente, decide ceder y entablar relación con ellos. De repente, la energía del edificio se corta y los ascensores dejan de funcionar pero la fiesta continúa... El problema son las personas.

El hombre es un lobo para el hombre lo hemos visto en el cine en repetidas ocasiones pero, seguramente, no de esta manera. Ben Wheatley empapa a ‘High-Rise’ de esa filosofía hobbesiana para brindar un macabro y anárquico delirium tremens atmosféricamente pesadillesco sobre el grotesco derrumbe de una sociedad condenada a devorarse a sí misma. 

Es toda una orgía visual con ecos formales que resuenan al Jean-Pierre Jeunet de ‘Delicatessen’ (1991) o al Terry Gilliam de ‘Brazil’ (1985), donde a medida que los personajes del film pierden la cordura, la aparente convencionalidad del inicio deja paso a un universo fílmico donde el tiempo y el espacio se confunden de forma oscura y, sobre todo, incoherente.

El relato se desploma y entra en un terreno gobernado por el nihilismo para tejer un discurso pesimista sobre el ser humano. La civilización vive enclaustrada en un enorme rascacielos dividido en clases sociales en cuya cima se encuentra su arquitecto que asiste, impotente, ante el desmoronamiento de la sociedad ideal que él creía haber diseñado. A su lado, aunque unos pisos más abajo, está el doctor Robert Laing (Tom Hiddleston), que intenta mantener la integridad en mitad del caos que le rodea.

Esa demencia formal mezclada con semejante calado reflexivo, convierten a ‘High-Rise’ en la propuesta más salvaje, arty y ambiciosa de la carrera del cineasta británico.



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